Cuando
salimos del Centro Cultural, nos dirigimos a la recepción para ver los horarios
de los talleres que ofrece el Frente de Artistas del Borda (FAB). La mayoría de
ellos se dan a la tarde, excepto los sábados. Los lunes hay talleres de desmanicomialización
(14hs) y teatro participativo (15.30hs); los martes hay circo (13hs) y teatro
(15.30hs); los miércoles hay taller de plástica(13hs) y música (15.30hs); los
jueves hay fotografía (13hs) y expresión corporal y danza (15hs); los viernes
solamente está el taller de letras (14hs); los sábados hay tres talleres:
mimo(10hs), murga (12hs) y periodismo y comunicación (13.30hs).
Mientras esperábamos que se hagan las dos de la tarde para presenciar el taller
de letras, nos sentamos en una especie de cantero gigante que hay en el patio
central. Ya no había mucho movimiento, era la hora del almuerzo. Unos minutos
antes del horario acordado, aparecieron unos cuatro internos que se iban
acercando al FAB. Como todos, nos pedían plata, cigarrillos o fuego. En ese
momento, apareció un hombre y gritando nos empezó a hacer preguntas:
- ¿Chicas a
dónde van? ¡Si son del Moyano no pueden estar acá, porque las mujeres no pueden
estar acá!
- Estamos
esperando que empiece el taller de letras.
- Ahora
viene Martín, espérenlo acá a Martín. ¿Quieren que lo llame? Ahora le digo que
venga.
- No, no te
preocupes, esperamos acá.
Hizo como si no le hubiéramos
dicho nada y se fue al grito de: "Martín, unas chicas te están esperando”.
Éramos alrededor de siete personas en la puerta del FAB. Llegó un hombre un
tanto desprolijo, sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta del pabellón.
Antes de entrar le contamos que éramos estudiantes de periodismo y que
queríamos presenciar el taller. No tuvo ninguna objeción y nos invitó a pasar:
“A los talleres puede venir cualquiera, son abiertos a todo el público”.
El FAB es diferente a cualquiera de los
centros. Tiene un par de tablones que se usan como mesas, muchas sillas y una
cocina muy precaria. En una de las esquinas, las sillas forman un círculo y en
las paredes cuelgan varias pancartas de tinte político. Como en la mayoría de
los pabellones, el frío se siente más que afuera.
Los pacientes al entrar se dirigían directamente a una mesa ovalada que se
encontraba en una de las esquinas. Martín preparó el mate y dio una pequeña
introducción: “Antes de empezar la clase de hoy me gustaría que nos
presentemos. Nos acompaña gente nueva, por eso quiero que digan porqué están
acá y que nos cuenten algo acerca de ustedes”.
Uno a uno se fueron presentando: empezó Martín y contó que él era profesor de
antropología y estudiante de sociología. A continuación, se presentó Tomás, era
el acompañante terapéutico de Pablo y ese día le tocaba presenciar la clase
junto a él. Pablo, uno de los internos, aparentaba tener más de 50 años, era el
más locuaz de todos, sonreía todo el tiempo y hacía chistes: “Yo tengo la misma
edad que Tomás, ¿o no?”. Al lado de Pablito, como le decía Martín, estaban
sentadas dos chicas, estudiantes de psicología, que querían tener contacto con
los pacientes del Borda. Al lado de
ellas estaba Jorgito, que, lo único que hacía era fumar. Seguido a él, dos
chicas que se encontraban en el Hospital por trastornos alimenticios; a su lado
un hombre que no se quiso presentar y por último, nosotras.
En tanto esperábamos que empiece la clase, todos en la mesa, nos encontramos
hablando de las diferencias entre el Borda y el Moyano:
- Nosotras
estuvimos ahí, no le dan mucha bola a los pacientes, acotó una de las chicas
que tenia trastornos alimenticios.
- Sí, a mi
llegaron comentarios de que a los pacientes los atan, que los enfermeros roban,
respondió una de las estudiantes de psicología.
-Al Moyano
van las mujeres, comentó Pablito.
Martín se
sentó y explicó que continuaría con el tema de la clase pasada:
- Estábamos
hablando de la tercera persona y las voces narrativas, que no son lo mismo que
las verbales. Cuando yo leo algo, alguien me cuenta algo. La tercera persona es
un todos. Un todos, un nosotros, un por qué eso. No se explica cómo se entiende
todo, es algo omnisciente. No importa cómo lo sabemos, pero conocemos todo.
- El
omnisciente. Sí, eso. Es un yo, dice Pablito. Yo también sé todo. Yo sé que él
se llama Tomás, que ellas estudian periodismo y ellas psicología ¿Ven? ¡Sé
todo! Un yo, un yo.
Martín se levantó a
buscar el agua para el termo y, mientras, afirmaba con la cabeza las cosas que
decía Pablo:
- No como el
periodismo que inventan cosas y se hacen los que saben todo. Igual no tengo
nada contra ustedes chicas, ¡eh! Reconozcamos que a veces no se informan.
Nadie dijo nada. Martín, ante el silencio, sacó de un cajón unas revistitas y
las empezó a repartir. Corpiños
en tus ojos, así se llama la revista que escriben los internos que participan
del laboratorio poético del Frente de Artistas del Borda. Aquella era la edición
N°5 del año VI de la era Orwell. Este número tenía fotos de los
internados mostrando partes desnudas de su cuerpo: “Estuvimos en la exposición
de fotografía. Se puede seguir visitando, la muestra es en Constitución”. Pablo, a su manera, repetía lo
mismo que decía Martín: “Acá no más es. Fuimos con un muchacho llamado Tomás.
¡Se llama como vos Tomás!”.
Pablo vuelve su mirada a las pacientes
ambulatorias y les dice:
-Tomás es mi
acompañante terapéutico nuevo, lo enviaron del juzgado. El me acompaña a todos
lados. Es buen pibe. Es jovencito como yo”. ¿Vieron la revista esa que hizo
Martín conmigo?
Una de las estudiantes de psicología comenzó a leer en voz alta uno de los
textos de aquella revista tan particular:
Pablo la interrumpió:
- Mirá las
fotos, ese es mi físico natural. Ese, ese, es mi físico natural. Tomás, para
que vean mi físico. Ahí en la contratapa está mi físico, Tomás. Hay poesía
también. Fijate ahí donde dice Pablo. Ese soy yo. Martín mostrale a Tomás para
que vea cómo escribo.
- Pero leelo
vos, Pablo. Tomás lo incita.
Pablo se paró y comenzó:
“El tiempo
con las uñas. Tengo una toalla en medio de la selva, quizás sea el tiempo azul.
En lomas de de Certero llega un deudor llamado Lagarto Orquesta y quiere hundir
un barco. Quizás multiplicar y quiere hundir un barco el oleoducto resucitado
con leche en un cojinete feliz. Quizás todo termine en un laberinto”.
Todos aplaudimos a Pablo. Él sonrió:
-
Tomás, lo hicimos los que venimos al taller de letras con Martín. Martín, ¿me
convidas un mate?
Martín se apartó de la mesa y contó que a las 15.30 empezaba la
asamblea que realizan todos los viernes:
“Es una asamblea para mejorar los
talleres, organizar los horarios, la distribución de tareas, realizar cosas en
conjunto. Todos pueden participar, si quieren pueden venir. Apto para todo
público”.